¿Qué son los juegos?
En Inteligencia Emocional los juegos son esas conductas que adoptamos en nuestra relación con terceras personas, conductas inefectivas y limitantes que no nos permiten avanzar, y las cuales muchas veces desconocemos. Son esas barreras que decidimos, de forma inconsciente, ponernos delante antes determinados individuos, situaciones, contextos…
Todos jugamos a juegos, aunque nos cuesta mucho identificarlos. Suele haber un juego que nos define en general en la vida, ese que al cabo del tiempo parece ser incluso parte de nuestra personalidad, pero podemos jugar diferentes juegos en diferentes ocasiones: victima, verdugo, superheroe, controlador, silencioso, dolido, pasota, soberbio… identificar que papel hemos decidido adoptar en la vida nos va a hacer poder corregir esa conducta que está alterando la verdadera percepción de nosotros mismos.
El Dr Manhattan
Cuando empecé a estudiar la conducta de los juegos lo primero que pensé es que yo no jugaba a ninguno, que yo era yo, auténtica con todo el mundo, pero no estaba siendo honesta conmigo misma.
¿Queréis saber cuál es mi juego?
Yo suelo jugar al juego que he denominado para mi misma como el del Doctor Manhattan, uno de los protagonistas de mi peli preferida “Watchmen”. El personaje del Doctor Manhattan recibe una radiación extrema y eso lo convierte en un ser supremo, con un poder absoluto y con cero empatía hacia el resto de la humanidad. Mira al mundo desde su altura y se cree (o tiene) una capacidad de justicia plena que lo lleva a defender la solución más justa objetivamente, sin implicaciones emocionales. Para que me entendáis, el Doctor Manhattan ante un tren que viajara sin control y que pudiera tomar dos caminos diferentes en los que en uno hubiera cinco niños en medio de la vía y en el otro 10 adultos dejaría que el tren fuera por la vía de los niños porque la justicia se mide en números y no es relativa, solo es.
A eso juego yo a menudo, a situarme por encima del bien y del mal fingiendo que no me afectan las cosas, que puedo ser justa sin implicarme, que no tengo porque empaparme de los sentimientos de quien tengo enfrente. ¿Y por qué hago eso? Justamente porque mi mayor “kriptonita” es que me involucro y siento el dolor ajeno tanto, que me duele el mundo. Yo absorbo y engullo cada emoción que vibra en mi entorno y lejos de gestionar semejante sobrecarga acabo envenenándome por exceso de compasión hasta el punto de sentir culpabilidad por el dolor que otros experimentan. Es muy desgastante. Mi juego es mi barrera y en lugar de buscar una gestión emocional diferente he decidido que lo mejor es dejar de sentir determinadas cosas.
¿Qué ocurre cuando jugamos a nuestro juego? Que nos limitamos, que no somos nosotros y que no asumimos riesgos, somos falsos y por lo tanto evadimos nuestra propia personalidad.
El juego al que suele jugar más gente conmigo es el de la victima. Mi amigos me llevaron a comer y yo no pude decir que no, yo no quería pero mi marido me dijo que teníamos que ir, mi cuñada insistió en que probara su comida, mi hijo está de vacaciones y no he podido dedicarme a mi, no tengo tiempo, trabajo mucho, no puedo, estoy cansado, tengo muchas responsabilidades, mi hijo, mi prima, mi abuela, el portero… victimas.
Hoy quiero que os liberéis conmigo, que me enviéis un mail ,que me lo escribáis en comentarios o que os lo digáis a vosotros mismos y reflexionéis a qué juegos jugáis que no os gustan, que no son vuestro yo y por qué y en qué momento jugáis a ellos. Quiero que penséis en que efecto negativo tiene en vosotros y si realmente no sería mejor dejar ese disfraz en el armario y solo sacarlo para ocasiones muy especiales.
Yo no soy Dr Manhattan, me duele el mundo mucho. Voy a intentar gestionar ese sentimiento de dolor, pero el disfraz, mi juego, lo sacaré solo a pasear cuando lo necesite.