Antes de entrar en materia y empezar con el contenido habitual de este espacio, creo necesario explicaros por qué en un momento dado de mi vida he decidido iniciar un blog sobre alimentación. Quizás conociéndome más a mí os podáis sentir identificados, y hacerme un poco más de caso en lo que en entradas posteriores os iré contando.
Probablemente si os hubierais encontrado conmigo hace unos tres años, entenderíais que jamás hubiera visitado un blog sobre alimentación. Para mí la comida era aquello que acompañaba mis visitas a los restaurantes más de moda en Madrid, la excusa para estrenar un nuevo modelito o para maquillarme al mejor estilo Kat von D y hacer fotos de un plato que en pocas ocasiones acababa. La comida era un protagonista secundario en mi vida.
La comida engorda
Yo quiero estar delgada
No como
Comía poco y mal, y me pasaba el tiempo luchando contra la báscula porque además “me engordaba el aire”. Una cena implicaba saltarme una comida y machacarme a ejercicios aeróbicos en el gimnasio. El maravilloso equilibrio entre el gim y el ñam era el tantra que regía mi existencia.
¿Qué pasó para que una vida como la mía, más encaminada a escribir un blog sobre cómo aplicarse bien la base de maquillaje que a hablaros de la leche dorada, diera un giro de 180 grados? Me enamoré, me junté, me embaracé y me casé, por este riguroso orden, y fui mamá con 40 años. Y diréis, ¿y ser mamá te hizo cambiar la brocha de colorete por la lengua de gato?, pues no, ser mamá no, el embarazo sí.
Yo dí a luz un 18 de Octubre de 2014, y no habían pasado ni tres semanas desde el parto cuando empecé a encontrarme mal. Me sentía muy cansada y me dolían mucho los huesos, pero todo el mundo lo achacaba a los primeros días con el bebé.
“Tener un niño es agotador” me decían, y yo pensaba: “¿tanto? Pero si no me puedo ni mover”
Cumplidos los tres meses de mi niña, yo seguía de baja maternal, ese mal estar se agravó y acabé en en el hospital de urgencias con un problema digestivo grave. Esa fue la primera de una procesión inimaginable de visitas al médico que se iban repitiendo cada vez de forma más continuada. Fui a urgencias con un fallo renal, con una contractura crónica cervical, con un eccema que me invadió frente y codos, con un desarreglo tiroideo… y cada vez añadía un nuevo especialista que me trataba de forma individual los síntomas que le convenían y que acababa diciéndome que no tenía nada.
Así pasaron casi dos años, con mi calidad de vida cada vez más resentida y con un diagnóstico de posible fibromialgia encima de la mesa. Seguían haciéndome pruebas y no encontraban nada destacable. Me decían que igual estaba algo nerviosa, que tenía mucho estrés e incluso que era un poco hipocondríaca, y yo empecé a creérmelo. Comencé a pensar que igual me estaba inventando yo los síntomas, así que me levantaba y, aunque me doliera todo y me costara coger en brazos a mi hija, me obligaba a seguir adelante porque los médicos decían básicamente que me lo estaba inventando.
Esto se hubiera alargado eternamente o, como ha ocurrido muchas veces y sigue ocurriendo con muchos pacientes pendientes de diagnosticar, hubiera vivido pensando que estar mal era lo normal, si no llega a aparecer un hada madrina en mi vida, a quien tendré que estar eternamente agradecida, que me dijo: “ Esto tiene pinta de celiaquía, hazte las pruebas.”
Por no alargarlo más, efectivamente padezco sensibilidad al gluten, y soy intolerante a la lactosa y a las leguminosas. Mi vida ha cambiado completamente desde el diagnostico y la retirada completa de cereales, legumbres y la leche y cualquiera de sus derivados. De repente, y en cuestión de muy poco tiempo me siento sana, me siento fuerte, me siento feliz y vuelvo a ser capaz de tirar del carro como siempre lo he hecho.
¿Qué ha supuesto todo este cambio en mi vida?
- Reeducarme en la alimentación, abrir los ojos a nuevos productos, a nuevas posibilidades de cocina. Reaprender a cocinar y a planificar mi dieta y la de los míos.
- Necesidad de saber, de entender que es lo que me pasa, porque y cuál es la razón de que haya tal cantidad de gente enferma por intolerancias graves en los últimos tiempos.
- Voluntad de compartir todo esto con vosotros, porque a estas alturas de mi vida, con todo un pasado vinculada a un mundo jurídico financiero, he descubierto que lo que me hace feliz es enseñar a comer a la gente, compartir lo que estoy aprendiendo y redirigir las vidas de los demás como he redirigido la mía.
En definitiva, una vez organizada mi vida entorno a una nueva forma de comer sano, decidí que quería compartir mi propia felicidad con todos vosotros, porque si comer es un placer, comer bien es un verdadero delirio. ¿Lo descubrimos juntos?