Lo cierto es que no creo en la viabilidad de los propósitos que nos hacemos al empezar el año. ¿Por qué? Básicamente porque considero la vida un proceso lineal en el que cualquier momento es igual de bueno o igual de malo para realizar un cambio, sin necesidad de que se produzca en la transición de un año temporal a otro. Pero también porque sé que en el 90% de los casos esas nuevas promesas de mejora que nos hacemos el día 1 del año caen en saco roto.
He trabajado durante diez años de mi vida para una cadena de gimnasios muy importante, y os puedo afirmar con rotundidad que un porcentaje muy alto de las incorporaciones que hay en los gimnasios durante el mes de Enero y el mes de Septiembre (el comienzo del curso escolar también marca un punto de inflexión en nuestro año) no llegan a usarlo más que una o dos veces el primer mes; y suelen pagar una media de, atentos a la cifra, seis cuotas mensuales. Sí señor, ese buen propósito de año nuevo se transforma en seis meses de pagos sin ningún tipo de beneficio físico para nosotros. Igual ocurre con las academias de idiomas, las escuelas de manualidades o las tiendas de ropa de deportes especializados. Aprender esgrima, bieloruso, bailes tártaros o cocina kajún, son propósitos maravillosos, pero que no deben iniciarse con el ansia que nos provoca la sensación del tiempo perdido que tenemos el 1 de Enero de cada año.
Siempre digo lo mismo: esto no es un propósito de un mes, de un día, de dos semanas. Esto se trata de empezar a comer, moverse y cuidarse de hoy para siempre. Es un compromiso de por vida, ¿no creéis que vale la pena sentarse a meditar si esto es lo que realmente queremos para nosotros? ¿No os parece que debemos entender el porqué de todo esto?
Aún así, como me encanta que la gente se ponga nuevos retos, y yo sigo confiando en que tarde o temprano se cumplirán nuestros objetivos, antes de empezar con la receta de hoy, quiero recomendaros un libro, “¡Este año sí!” de Elisabeth García Iborra y Josan Hatero: un libro que habla precisamente de lo que os estoy contando, la necesidad de una estrategia clara a la hora de marcarse un nuevo hito vital. Seguro que este año si conseguimos todo lo que nos hemos propuesto… o no.
Pastel de puerro, calabacín y bacon
Plato: PrincipalCocina: Paleo4
porciones15
minutos20
minutosIngredientes
3 puerros medianos
1 calabacín grande o 2 medianos
Bacon sin azúcares añadidos
Salsa de tomate frito casero
3 huevos de gallinas camperas
1 lata de leche de coco
levadura nutricional
sal
Pasos
- Cortamos el calabacín en láminas ayudados de una mandolina y los puerros en tres trozos y los abrimos por la mitad. Ponemos en un cuenco, añadimos aceite y sal y apartamos.
- En un molde de silicona ponemos en la base una cucharada de salsa de tomate frito casero y extendemos bien.
- Vamos alternando una capa de puerros, una capa de calabacín y una capa de bacon, Ponemos dos capas de cada uno de los ingredientes y finalizamos con una capa de calabacín.
- Batimos tres huevos y mezclamos con la parte solida de la leche de coco, añadimos sal y echamos sobre nuestro pastel.
- Movemos el molde para que se extienda bien la mezcla de huevo y coco y espolvoreamos con levadura nutricional.
- Introducimos en el horno (previamente calentado) durante 20 minutos a 170 grados, o hasta que el huevo quede cuajado.
- Dejamos enfriar el pastel y giramos sobre un plato.
Consejo de Nur
- Recurro mucho a este tipo de pasteles cuando no tengo tiempo para cocinar o quiero hacer algo que sé que gusta a todos en casa. Cambio continuamente los ingredientes y lo he hecho con champiñones y sobrasada, con salsa de tomate, carne picada y berenjena… si le cogéis el truquillo podéis hacerlo de muchos sabores diferentes. Es de verdad la salvación de muchas noches perezosas.