“La dieta baja en grasas y alta en carbohidratos, promulgada tan vigorosamente por la pirámide alimenticia, puede muy bien haber jugado, no intencionalmente, un papel en la actual epidemia de obesidad, diabetes y síndrome metabólico”.
– Jonathan Bailor
La pirámide alimenticia que todos conocemos nació de la mano del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos en 1992. Su utilidad se basa en representar de forma gráfica seis grupos de alimentos de forma escalada según las necesidades de consumo diario. Así encontramos:
Cereales (6-11 porciones diarias)
Verduras (3-5 porciones diarias)
Frutas (2-4 porciones diarias)
Carnes, legumbres y frutos secos (2-3 porciones diarias)
Lácteos (2-3 porciones diarias)
Grasas, aceites y dulces (en moderación)
En realidad el sentido del proyecto era muy bueno, una forma gráfica y sencilla de dar a conocer las necesidades nutricionales de la población en general, sin embargo tiene un pequeño problema: las recomendaciones que se establecían en ella no eran, ni son, las correctas. Según este sistema nutricional, recuerdo de nuevo que nació de la mano del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, se establece que todos los carbohidratos son la base de la alimentación (hasta un 55% de las calorías diarias ingeridas), por encima de las frutas, verduras, proteínas y grasas (que evidentemente son el demonio). Un mensaje que muy fácilmente se extrae de ella es que todos los carbohidratos son buenos (representados por la base de la pirámide llena de pan, pastas y demás carbohidratos) y que todas las grasas son malas (representadas con el mensaje de que deben ser consumidas solo en moderación).
Tanto en su momento, como a lo largo de los años, la comunidad científica ha estado en contra de esta representación nutricional, más cuando los estudios en este sentido han evidenciado que el mayor problema no son las grasas, si no los azúcares, y que los excesos de hidratos que tomamos en nuestra alimentación se acumulan irremediablemente en forma de grasa corporal. En general podemos decir que las personas obesas no lo están por comer torreznos, sino más bien por comer galletas. Jonathan Bailor, en su libro El Mito de las Calorías escribe lo siguiente: “los principios nutricionales y gráficos [utilizados en la pirámide alimenticia] no fueron confeccionados por científicos nutricionistas. Fueron derivados de un documento político publicado en 1976 titulado Dietary Goals for the United States (Objetivos Dietéticos para los EEUU). Este documento fue diseñado por el Senado y Comitiva de Nutrición y Necesidades Humanas con el objetivo de lograr dos cosas. La primera era aumentar el consumo de carbohidratos hasta formar parte del 55% al 60% del total calórico consumido. La segunda era reducir el total de grasa consumido de un 40% a un 30% del total calórico consumido”.
¿Qué estamos haciendo en España al respecto de las nuevas investigaciones sobre nutrición?
¿Me permitís ser irónica? Estamos a por uvas.
Mientras países como Australia han cambiado ya su pirámide excluyendo dulces y bollería, incluyendo el aceite de oliva y bajando las frutas y verduras al primer escalón, en España la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) anunció una actualización de la misma en el año 2017 que incluía las recomendaciones de hacer ejercicio de forma habitual, tener un equilibrio emocional y balance energético correcto, y de cocinar de forma saludable y beber agua (6 vasos diarios para todo el mundo, ¡ya estamos como los peces!), pero dejando los cereales en el mismo lugar dónde estaban, eso sí con la coletilla de, mejor integrales (claaaaaaaaaaaaaro, siempre que sea light, sin, o integral se salva el mundo y un gatito ronronea).
Ya sabéis que yo estoy estudiando actualmente dietoterapia y me encuentro haciendo dietas basadas en esa “falsa” pirámide nutricional y en el porcentaje de 55% de carbohidratos diarios (la mayoría de los cuales debe provenir de alimentos carbonatados). Acabo tan harta de buscar opciones saludables que finalmente, por aprobar la asignatura, acabo recurriendo a las galletas maría y cubriendo el expediente.
¿Sabéis lo peor?. Yo me tomé la pastilla correcta y soy capaz de ver Matrix, con lo bueno y lo malo que ello implique, pero la gran mayoría de la gente que está a mi alrededor no. Los de Cuétara son realmente felices y yo no sé si los de la resistencia conseguiremos vencerlos.