No es raro leer últimamente en muchas publicaciones, científicas y no tanto, hablar sobre la flora intestinal. Nos bombardean con publicidad de productos probióticos, yogures, leches, bebidas más o menos azucaradas, que prometen reforzar las defensas de nuestro intestino, pero ¿sabemos de qué están hablando? ¿sabemos que es nuestra flora intestinal?. Hoy hablamos de esos microorganismos que viven en nuestro intestino.
Perdona bonita, ¿pero quién dices que vive en mi intestino?
Desde el mismo momento en que nacemos e ingerimos nuestro primer alimento (normalmente leche materna o de fórmula) empezamos a crear nuestra microbiota intestinal. Ésta se va creando durante los tres primeros años de vida del niño y se mantiene más o menos estable durante el resto de la vida. Nuestra flora intestinal es única para cada uno de nosotros, es el DNI de nuestro intestino y depende de la alimentación que hayamos tenido (solo un tercio de nuestra microbiota intestinal es común a la mayoría de la gente, mientras que los otros dos tercios son específicos en cada persona). Normalmente, aunque se vea dañada en determinados periodos, que ahora veremos, vuelve a rehabilitarse en aproximadamente la misma forma en que la habíamos creado.
Por haceros una mínima idea de lo que significa esa colonia que vive en nuestro intestino tenéis que saber que está compuesta por unos 100 billones de microorganismos, incluyendo como mínimo 1.000 especies diferentes de bacterias que comprenden más de 3 millones de genes, 150 veces más que en el genoma humano y que pesan un total de unos 2kg. ¿Bastante no?.
¿2 kilos de bacterias? ¡Quita bicho!
Más allá de alarmarnos y querer perder esos kilos de bacterias tenemos que hacerles un pequeño altar en casa. Las bacterias de nuestra flora intestinal son muy importantes y beneficiosas para nosotros y realizan funciones tales como
- Reforzar las defensas del organismo
- Facilitar el correcto funcionamiento del sistema digestivo
- Ayudar a la correcta absorción de minerales como el Calcio, el hierro, el magnesio…
- Ayuda al cuerpo a digerir ciertos alimentos que el estómago y el intestino delgado no son capaces de digerir.
- Contribuye a la producción de algunas vitaminas (B y K).
- Ayuda a combatir las agresiones de otros microorganismos, manteniendo la integridad de la mucosa intestinal.
- Desempeña un papel importante en el sistema inmune, actuando como efecto barrera.
Entonces no debo preocuparme por ella, ¿verdad?
Sí, si debes, porque hay muchas formas en que la flora intestinal puede verse dañada y necesitar de una cierta atención. La edad, intoxicaciones, diarreas, contaminaciones por gluten u otros agentes, viajes al extranjero, tratamientos por antibióticos… son agentes que dañan la composición y cantidad de nuestras bacterias intestinales provocando desde estreñimiento, infecciones o cólicos.
Me has convencido, ¿cómo debo cuidarla?
En general manteniendo una alimentación saludable rica en fibras de origen vegetal y añadiendo alimentos prebióticos, que son alimentos que promueven el crecimiento y la actividad de nuestra microbiota intestinal. Se encuentran de forma natural en los alimentos (ojo, también existen esos alimentos funcionales que supuestamente los incluyen, pero ya hablaremos otro día del timo de la estampita) como vegetales y frutas. El ajo, la cebolla, el puerro, los espárragos, las alcachofas, los tomates, los plátanos, las ciruelas o las manzanas, frutos secos como las almendras, raiz de jengibre o kefir son vuestros mejores aliados.
Pero no voy a poder evitar tomar antibióticos alguna vez, o intoxicarme, o tener una descomposición… ¿qué hago entonces?
En esos casos es conveniente tomar un probiótico que ayude a reestablecer la flora intestinal, pero ojo, si bien existen probióticos naturales que es importante incorporarlos a nuestra dieta de forma habitual como el kefir, los encurtidos y fermentados, el chocolate negro… cuando tenemos un problema importante debemos recurrir a suplementos probióticos con las siguientes condiciones
- Las cepas bacterianas deben estar testadas clínicamente y debe tener caracteres probióticos complementarios (capaces de desarrollarse en la mucosidad y adherirse a la mucosa intestinal, que sean inhibidores de gérmenes oportunistas y patógenos, que estimulen la inmunidad, etc.).
- Se necesita una población bacteriana elevada. Mil millones de bacterias es el mínimo; por debajo de esta cifra, el efecto es prácticamente nulo. Diez mil millones es lo preferible y garantiza una eficacia elevada cuando la flora intestinal está fuertemente desequilibrada.
- El preparado debe agregar ingredientes que permitan que las bacterias se fijen y desarrollen en el intestino (calcio, magnesio, aminoácidos, lactoferrina, fosfolípidos…).
- Si además sois celiacos o intolerantes a la lactosa debéis indicarlo al comprarlos.
Siguiendo estas pautas vais a tener una microbiota intestinal sana y fuerte, lo que hará que vuestras digestiones y vuestra salud en general, mejoren ostensiblemente.
¿A qué nunca habíais estado tan contentos de tener dos kilos de bacterias en vuestro cuerpo?