Desierto nutricional

Nuria Pons 

Un desierto nutricional es un área, física, social o mental, donde la gente tiene dificultades para acceder a alimentos diversos y saludables. En estos desiertos nutricionales los ciudadanos tienen capacidad de elección a algo de comida pero no a una selección diversa y equilibrada de alimentos. Es común tener poca capacidad de consumir especialmente frutas y verduras frescas y abusar de la comida basura, rápida y barata.

Es en estos desiertos nutricionales (que tal y como hemos dicho no son solo áreas físicas si no también estratos sociales o culturales) es dónde se dan los mayores índices de obesidad infantil.

En España tenemos problemas de sobrepeso u obesidad en un 44,5% de los niños entre 6 y 9 años de edad. De este porcentaje un 26,2% tiene obesidad… No sé si se estáis entendiendo estas cifras, ni el dramatismo de las mismas, por si acaso voy a repetirlas: más de un cuarto de los niños de entre seis años y nueve años de nuestro país son obesos. No gorditos, no rechonchos… obesos.

España no puede considerarse un área física en la que existan dificultades para acceder a alimentos saludables. Es más, sin entrar en comprar verdura ecológica, carne de pasto o fruta del productor, que encarece la cesta de la compra, podemos decir que un muy amplio margen de la población puede realizar una compra correcta, en la que tengamos fruta y verdura de temporada, huevos, y proteínas de origen animal o vegetal. Sin embargo, España es un desierto nutricional mental, en el que, por diversas razones, hemos abandonado la comida sana de nuestros abuelos, por la hamburguesa de “carne” los viernes por la noche.

Es sorprendente visitar un centro comercial un fin de semana. Familias enteras colapsando los restaurantes de comida rápida, pidiendo salsas, bebiendo inmensos vasos de coca cola y moviendo incómodos sus enormes traseros en las sillas de madera fabricadas para que comas rápido y te vayas, aquí no hay opción a comer con tranquilidad.

Y aún así, siendo el segundo país con mayor número de obesos de Europa, seguimos permitiendo que la sociedad pediátrica española avale unas galletas que tienen azúcares añadidos, que en los comedores escolares tomen postres lácteos sin ningún valor nutritivo o que piensen que una buena merienda es un bollo o una magdalena comprado en el supermercado low cost de turno.

Me encantaría decir que afortunadamente las cosas están cambiando, pero no es así. Hay días que imagino que en un futuro todos dejaremos de andar y nos moveremos rodando, será más fácil.

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