Un año no es solo el tiempo que tarda la tierra en dar la vuelta alrededor del sol, no solo son cuatro estaciones, una navidad, un final de curso y dos rebajas. No es un cumpleaños, un santo y unas vacaciones de verano, ni dos pagas extras (quien las tenga), un cierre presupuestario y dos revisiones de Business Plan… Un año es un cúmulo de vida, un periodo en el que podemos reír, llorar, enamorarnos, romper una relación, perder a un ser querido o tener un hijo. Es un trozo de nosotros, una cajita que llenamos de experiencias y que cerramos para volver a abrir una nueva y poner en nuestra despensa vital.
2017 ha sido para mí el año de los retos y de las superaciones, un año que me ha cambiado la vida por completo y la ha desviado del camino que me había marcado. 2017 ha llegado para convencerme de que hay que inventarse, reinventarse y volverse a inventar, hasta encontrar aquello que quieres hacer, más allá de convencionalismos, de las barreras, porque si yo puedo, tú puedes.
He corrido dos medias maratones, he llorado en la Behobia pensando que esas cuestas iban a poder más que mis piernas. Correr es algo que me llena, que me ayuda a superarme, que me hace ver que la cabeza es más importante que el cuerpo, y que, sobretodo, me hace olvidarme de mis propias limitaciones para centrarme en mis capacidades.
He continuado con mis estudios en una nueva Universidad, con nuevos compañeros, con nuevos retos. He dedicado muchas horas a estudiar, a entender, a buscar respuestas y a investigar, porque sí, tú puedes cambiar el rumbo de tu vida en el momento que decidas, tengas 10, 20 o 50 años. Saber qué queremos aveces nos lleva más tiempo del estipulado, lo importante es llegar a saberlo.
He escrito un total de 52 recetas en el blog, 156 entradas… no sé cuántas fotos. He cocinado mínimo el doble de veces que he compartido, he probado, he descubierto, he vuelto a probar y he publicado. Me habéis ido premiando con vuestras visitas y eso me ha hecho evolucionar. Cada vez cocino más y, esto es un autopiropo, mejor.
He llorado menos que otros años, bastante menos, pero también me he reído menos. Es lo que tienen las emociones, cuando controlas una, normalmente las controlas todas, y cuando lloras poco, al final acabas riendo poco también.
Me he enfadado bastante, con el mundo, con mi incapaz de gestionar el tiempo, con profesores, conmigo, con otros…
He aprendido a editar el blog, a jugar al time’s up, a pintar un cuadro y a usar una kettlebell, pero sigo sin ser capaz de coger el coche, ni patinar y aún me queda mucho para sacar una foto tan bonita que pueda sentarme y decir… ahora sí.
Y he compartido mucho, mucho de mí con vosotros, tanto que solo puedo consideraros parte de mi vida, de mi familia. Gran parte de lo que he contado antes es gracias a que estáis, a que me leéis, a que conseguís animarme el día con una palabra amable, con una foto de una receta mía, con un piropo. Sois tan estupendos que solo puedo quereros…
He sido la mejor pareja que he podido, con mis altibajos, mis enfados, mi poco tiempo, mi egoísmo y mis manías. He besado, he amado, he irritado y he ignorado. Puedo hacerlo mil veces mejor, te lo prometo amor.
Finalmente, he jugado, he cantado, he pintado, he hecho manualidades y castillos de arena, he peinado muñecas, he sido una princesa y una profesora, el lagarto de los Pijamask y un perro de la patrulla canina. He sido madre a todo lo que me ha dado el cuerpo, y voy a seguir siéndolo por encima de todo lo demás. Nada importa sin ella, sin más.
Gracias familia, gracias amigos, gracias sin más.
Gracias a ti por todo el tiempo dedicado, por el sueño perdido y por haberte encargado del ensayo-error década receta para que nosotros las disfrutemos.
Enhorabuena por todo lo que has conseguí y alégrate por lo que aún no, porque todavía te quedan metas.
Te mando un gran abrazo, no dejes de cuidarnos! Muá!
Tantos años ya juntas Papish… tantas cosas en común y tanta distancia. No dejes de estar tú siempre a mi lado, como hasta ahora.
Te quiero!